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Anais
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Mi experiencia en Laboratoria y la importancia de priorizar la salud mental

Postulé a Laboratoria en julio de 2017. Una de mis grandes amigas me había contado sobre la iniciativa y me pareció muy bueno para ser verdad. La carrera que estudié no me ofrecía las posibilidades de acceder a un sueldo competitivo o a condiciones laborales justas. Laboratoria ofrecía brindar las herramientas técnicas y socioemocionales para incursionar al sector tecnológico, incluso sin poseer conocimientos previos sobre programación y al mismo tiempo, reducir la brecha de género que existe en las carreras pertenecientes a STEM.

Después de un proceso de admisión largo y poco más de seis meses de bootcamp (estuve en la 5ta generación en la CDMX), egresé y conseguí mi primer empleo como software specialist.

Es cierto que desde entonces mis ingresos han aumentado, tengo una carrera de tres años en tecnología y hasta hace poco mi opinión sobre Laboratoria era buena. Incluso circulan por internet algunas entrevistas y hasta grabé un episodio del podcast My Type of Radio hablando sobre mi experiencia.

Sin embargo, como sucede con la violencia, necesité tiempo y distancia para entender que la forma de manejar ciertas situaciones por parte del staff de Laboratoria es completamente innecesaria y hace unos días escribí este twitt y quisiera profundizar más en el tema.

El bootcamp ofrece formación en dos áreas: técnica y softskills. Y es en la última donde encuentro los puntos más problemáticos. Con el pretexto de preparar a las participantes para la vida laboral, Laboratoria ha asumido la postura de poner a prueba a las participantes para saber si podrán tolerar la presión después. Y esta presión va dirigida al aspecto psicológico más que al técnico.

Entre los mecanismos para lograrlo destacan: organizar hackatones exhaustivos de varios días, agregar complejidad excesiva a ejercicios y en general hacer sentir que incluso dedicándole entre 60 y 80 horas a la semana al bootcamp, nunca parecía ser suficiente. En mi caso, no me presionaban en lo técnico sino en lo socioemocional, me señalaban si salía a comprar comida, si abría mis redes sociales para enviar mensajes e incluso si pedía aclaración sobre mis notas, todo para concluir que aún con puntajes técnicos sobresalientes, yo no cumplía con sus expectativas.

Además de recibir comentarios disfrazados de feedback, algunas alumnas han sido obligadas a simular entrevistas de trabajo frente a un grupo de cincuenta personas, a explicar que abandonan el bootcamp por un transtorno de aprendizaje (dislexia, el mismo que yo tengo y en ningún momento me ha impedido desenvolverme profesionalmente) o han sido expulsadas por tomar incapacidad en embarazos de alto riesgo.

Ahora, a la distancia y con un poco de trayectoria en el área, considero que este enfoque es inútil e incluso ridículo. En el ámbito laboral, la presión ante nuevos retos técnicos estará presente, no importa si tienes un mes, tres o diez años de experiencia. Quizá en algún momento el ambiente en los equipos de trabajo no será ideal, o la cultura laboral y las deficiencias en el manejo de las empresas nos enfrenten a situaciones complejas, pero esto no justifica tomar la bandera de feminismo emancipatorio para manipular a las estudiantes, comprometer su bienestar o ridiculizarlas frente a un grupo de cincuenta personas.

Es aquí donde considero que quien dirige el programa ha fallado en proveer herramientas para proteger a sus participantes, pues con escenarios simulados de presión y estrés, pareciera que perpetúan dinámicas de explotación disfrazadas de 'tolerancia a la frustración'. Y esto no es empoderamiento. Lo peor es que puede afectar seriamente la salud mental de las alumnas, de la misma manera que me sucedió a mí, que inicé mi primer empleo con ataques de ansiedad y otras repercusiones relacionadas con el estrés.

Me parece importante mencionar que no todas las alumnas y egresadas han tenido la misma experiencia que yo. Es un hecho que el programa ha ayudado a muchas mujeres y ha tenido el reconocimiento por ello.

A las mujeres que dudan en postular, mi recomendación sería cuestionar si es el enfoque que buscan, especialmente antes de contraer una deuda de varios miles de pesos que tardarán dos años en pagar.

Actualmente existen disponibles muchos recursos en línea a menor precio o incluso gratuitos. También existen otras opciones de bootcamps, con múltiples planes de financiamiento. Si aún así deciden postular a Laboratoria, sugeriría buscar mentoras o mentores, incluso comunidades de tecnología.
Puedo garantizar que siempre habrá alguien dispuesta o dispuesto a apoyar en lo técnico y en lo psicológico, con tips, anécdotas, recomendaciones de cursos / tutoriales o hasta mentorías 1:1 (después de este post escribiré otro exclusivamente para mencionar recursos gratuitos y opciones de bootcamps en México).

Lo importante es entender que aprender a programar es un cambio difícil, que requiere tiempo, paciencia, muchas horas de trabajo pero en ningún momento es necesario comprometer la salud mental para lograrlo.

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