😵💫Culpa, dudas y un torbellino emocional
Hasta casi el segundo año de mi segunda hija, yo seguía trabajando… o al menos intentándolo.
Con la culpa a cuestas y con una sensación constante de que no estaba haciendo nada bien.
A eso se sumaba algo más profundo: una despersonalización enorme. Me preguntaba una y otra vez:
¿Por qué hago lo que hago?
¿Esto me hace feliz?
¿Estoy creciendo profesionalmente?
¿Se puede crecer siendo madre? ¿Siendo madre presente?
Me estaba volviendo loca.
🤝Una decisión difícil, pero necesaria
Decidimos —junto con mi marido— que no trabajaría hasta que nuestro hijo más pequeño comenzara P1. En ese momento, nos lo podíamos permitir, y era lo mejor para nuestra familia.
Nunca tuve ni tengo niñera ni ayuda externa en casa, salvo mis padres.
Y quienes tienen tres hijos sabrán lo que implica estar “sola” en casa con ese panorama.
Dato importante que olvidé mencionar:
Somos una familia que, gracias a Dios, al cielo o al universo (o lo que cada uno crea), se mantiene unida y nos movemos en bloque.
Al mes de venirnos con mi marido a Barcelona, vino mi hermana.
Tres años después llegaron definitivamente mis padres y mi hermano.
🧨Años “sin trabajar”, pero con la mente al límite
Durante esos años en los que no trabajaba de forma remunerada, cuidaba a mis hijas de 4 y 2 años… y a un recién nacido.
Y ese “no trabajar” me hundió mentalmente.
Mi mente no podía permitirse no producir, no aportar. Sufrí lo que hoy creo fue una depresión no diagnosticada, sin medicación. Pero yo sabía que algo no estaba bien.
Mi autoestima, la poca que me quedaba, terminó de desaparecer.
🤔Querer volver… ¿pero cómo?
Poco a poco, quise empezar a sentirme mejor. Me puse un objetivo claro:
“Cuando mi hijo comience P1, voy a dedicar de septiembre a diciembre a recuperar algo de mi libertad.
Al menos tener las mañanas para mí, para hacer algo por mí. Para mi salud mental.”
(“Libertad” entre comillas, porque la carga mental y los quehaceres domésticos no desaparecen nunca… pero al menos tenía algo más de espacio.)
🔍Empieza la búsqueda laboral (spoiler: fue una pesadilla)
En enero comencé a buscar trabajo.
Con incertidumbre. Con falta de confianza. Con el peso de llevar dos años sin trabajar y con un CV que me avergonzaba en gran parte porque me sentía estancada y poca cosa.
Y sí, hice muchas entrevistas. Y sí, me rechazaron por ser madre.
Frases como:
“¿Y cómo harás con tres hijos?”
“¿Tienes quién te ayude?”
“El horario en cierre no es flexible”
“No es posible la reducción de jornada”
Y una lista interminable de cosas que prueban que la conciliación familiar no existe.
Que la igualdad entre hombres y mujeres no es real.
(Quizás lo que más nos daña como mujeres es pretender que sí lo es. Pero eso da para otro artículo.)
😞Un trabajo sin responsabilidad… ni motivación
Terminé “obligada” a aceptar un trabajo de media jornada, mal pagado, con cero posibilidad de crecimiento.
Digo “obligada” porque:
No confiaba en mí.
Sentía que no era suficientemente buena para nada.
Y cuando lograba llegar a entrevistas con mejores condiciones, me rechazaban.
(Porque no podía ofrecer disponibilidad absoluta para ser esclava del trabajo.)
⏪Retrocedí… mucho
A los 37 años, me encontré trabajando en peores condiciones que cuando era becaria a los 23.
Peor salario, menos rol, menos crecimiento.
Y de nuevo, mi cabeza no paraba:
¿Esta es la profesión para mí?
¿Esto es lo que quiero?
¿Cómo compatibilizo mi realidad de madre presente con una carrera que me motive?
¿Cómo trabajo en algo que me guste, que me pague bien y que me permita estar para y por mis hijos?
Parecía imposible.
Los trabajos que podía conseguir eran más de lo mismo:
Mal pagados, sin flexibilidad, sin posibilidad de crecer.
💡¿Y si cambio de profesión?
Hacía tiempo que pensaba en un cambio. Pero siempre me detenía:
“Estoy vieja para empezar de cero.”
“No tengo experiencia.”
“Otra vez ser junior, otra vez desde abajo…”
“Para que ? .. si lo que necesito es un trabajo mejor pago y listo”
Y encima, no encontraba una profesión que me encajara de verdad, y cada vez que enfrentaba la búsqueda laboral mi mente no paraba de castigarme y de pensar una y otra vez que no valía para nada y que por eso no conseguía mejores condiciones. Pensaba que quizás si debía estar toda la vida en un puesto administrativo mal pagado de media jornada y me culpaba mucho también por no ser “feliz” con esa realidad que muchos quisieran .
💻El clic: código
Un día mi cabeza hizo un clic.
Dije:
“Tengo que estudiar código.
Necesito actualizarme.
Necesito dejar de ser una neófita digital.
Quiero ver si me gusta. Quiero entender.”
Empecé viendo videos gratis en YouTube. Me interesaban, pero no entendía nada.
Segundo intento: compré un curso en Udemy por 14€.
Tampoco lo terminé. Me frustraba no tener un plan, una guía, un objetivo claro.
📚Entonces… empecé a mirar bootcamps.
Me preguntaba:
¿Son necesarios?
¿Son una buena opción?
Mientras tanto, seguía mirando videos.
No quería perder el impulso.
Seguía tanteando:
“¿Es este el camino?”
“¿Podría gustarme de verdad?”
(y ahí arranca otro capítulo)
Top comments (0)