A veces no solo importa lo que decimos, sino cómo lo presentamos. Mientras leía “Text Formatting”, pensé en cuánto cambia la experiencia de leer dependiendo de si el texto está bien espaciado, con títulos claros, párrafos armoniosos, si usas negritas para resaltar lo esencial o citas que invitan a detenerse un instante.
Imagino eso aplicado a blogs, redes sociales o mensajes sencillos: con un formato adecuado, la lectura fluye, engancha, invita a pensar. Pero si todo está apretado, sin descansos visuales, puede agotarte o incluso hacer que dejes de leer. Además, el formato bien hecho permite enfatizar lo importante: una idea clave, una frase que quieres que se te quede grabada, un consejo vital.
Para quien escribe, es una herramienta de empatía: ponerse en el lugar del lector, pensar en lo que le facilita absorber lo que deseas compartir. Algunas guías de formato hablan de usar espacios, márgenes, sangrías, tipos de letra (o al menos estilos), combinaciones de tamaño y color, alineación, interlineado… Son detalles que al combinarlos bien, hacen que el mensaje se sienta cuidado.
Creo que el formato es silencio bien organizado. Es decir: el espacio que le das al lector para respirar entre oración y oración, boleto al siguiente párrafo, claridad en las secciones; es lo que permite que la idea no se agote antes de llegar al final.
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