Hoy estuve pensando en lo que implica “ser elegible”. No es solo cumplir con ciertos requisitos, sino también estar listo para aportar, para entender el juego de equilibrio que hay detrás: volumen, tiempo, gobernanza.
Cuando hablamos de criterios de elegibilidad, casi siempre surge esta tensión: por un lado, quieres que los más capaces o preparados participen; por otro, quieres que haya espacio para quienes aún no tienen experiencia pero tienen ganas, visión, potencial. No se trata solo de números, sino de equidad, responsabilidad, claridad.
El volumen importa (cuánta gente entra), pero también el tiempo: ¿cuánto puede esperar alguien? ¿Cuánto se requiere que esté activo? Gobernanza, para mí, es lo que define si un sistema es justo: quien decide, cómo decide, qué trasparencia hay.
No sé tú, pero cuando un proyecto tiene reglas claras, participativas, con criterios visibles, se construye confianza. Da ganas de entrar, de comprometerse. En cambio, cuando todo está al azar, sin orden, se siente que nadie realmente piensa en lo que le pasa al que está entrando nuevo.
Me gusta imaginar comunidades, iniciativas, organizaciones que miran estos criterios no como barreras, sino como puentes: herramientas para que todos sepan dónde están, qué se pide, cómo sumarse, qué esperar. Porque la elegibilidad —bien entendida— puede liberar oportunidades, no cerrar puertas.
Top comments (0)