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Bel Rey
Bel Rey

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Mundos virtuales | Ep. 1 El MUD

Pertenezco a las última generación que vivió una infancia sin internet. A pesar de estoy mi relación con las computadoras empezó a una edad muy temprana. Mi papá era programador, de los que trabajaban con tarjetas perforadas y fueron avanzando al paso de la tecnología. En casa siempre tuvimos computadora, pero era una máquina más que se prendía para hacer un trabajo especifico y después se apagaba. A diferencia de la tele o la radio, que nos traían información del exterior, la compu era algo estático, frizado en el tiempo. Las únicas actualizaciones que recibía llegaban en diskettes de 3/4.

Mamá no la usaba. Yo la prendía de vez en cuando para hacer dibujos en paint, papá la usaba para trabajar y de vez en cuando para darme lecciones de cómo usar Fox Pro. “Tenés que aprender, esto es el futuro” decía orgulloso.

Fast-forward a 1998, el momento en que llegó dial-up a mi vida. Algunos de ustedes quizás ni sepan QUE es dial up. Básicamente era internet a través de la linea telefónica. Una de sus particularidades era que te ocupaba la linea, es decir, mientras estabas conectado no podías recibir ni hacer llamadas y si levantabas el teléfono se escuchaban unos ruiditos al estilo bip bop prippp pp.

Con papá vivíamos casi solos. Mamá transitó una serie de problemas de salud y pasaba meses enteros internada, así que eramos él, un adicto al trabajo que nunca se esperó tener que hacerse cargo solo de mi pre-adolescencia y yo con doce años y muchas opiniones.

Empecé a pasar cada minuto que no estaba en la escuela usando la computadora. Tenía que aprovechar porque a las 19hs llegaba papá y me cortaba la linea. No le gustaba que use internet. Está lleno de extraños, decía. Y tenía razón, de pronto mi mundo era mucho más extenso. Ya no estaba limitada a hablar con los amigos del cole o la gente de inglés. Me conectaba a salas de mIRC y conectaba con extraños. Extraños con los que muchas veces compartía gustos que con la gente del cole no. No saben lo difícil que era ser otaku en los ‘90.

En algún momento, explorando páginas de literatura fantástica me crucé con Petria. Petria era un MUD, multi-user dungeon. Un juego fantástico basado en texto donde te hacías un personaje, lo subías de nivel, explorabas el mapa, mejorabas tu equipo y eventualmente llegabas a nivel 100, peleabas contra un boss final y te hacías inmortal.

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¿Cómo se jugaba? Te conectabas a una dirección a través de un cliente telnet (básicamente una consola o terminal) e ibas leyendo las descripciones de cada sala en la que estabas. Si alguien entraba en la misma sala el juego te avisaba. Si el clima cambiaba te avisaba. Cada acción que pudiera afectar al personaje aparecía como texto.

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¿Era divertido? Sí, re. Pero al margen de eso su verdadero atractivo era la comunidad. Jugué desde 1998 a 2002 con diferentes niveles de intensidad. A veces eran horas por día, en otros momentos una vez por semana. En Petria hice amigos de muchos países y a algunos los conocí en el mundo real. Entre ellos se destacan Renzo, que fue mi mejor amigo toda la adolescencia y David, quien eventualmente fue mi primer novio.

La principal diferencia entre este tipo de experiencia en mundos virtuales versus una simple sala de chat es que nos daban un contexto. Vos entrabas a Petria y te encontrabas con personas con un interés común y un mundo con reglas definidas donde podías interactuar.

Cuando alguien cumplía años armabamos un festín y nos emborrachabamos en la plaza principal. Cuando alguien estaba triste se organizaba un torneo de PK (player killing, lo que hoy sería PvP). A veces ibamos de excursión a zonas complicadas o ayudábamos a algún alma en pena a pasar niveles.

Nos recomendábamos música y libros. A veces se contaban historias. Gracias a Petria conocí a Tolkien y a Blind Guardian. En mi entorno real de ese momento nadie era fan de estas cosas y si bien creo que eventualmente podría haber llegado al mismo lugar, la realidad es que Petria ayudó a este proceso. El mundo y sus reglas en sí eran solamente el catalizador para nuestra experiencia colectiva pero detrás de cada nombre, de cada personaje, había un humano real que generaba conexiones que se sentían reales.

En algún momento las tardes de Petria fueron reemplazadas por partidas de AoE, Quake y salidas a la Bond Street. Pero las experiencias que viví en ese mundo son tan reales como cualquiera que me haya pasado en el mundo físico.

El mundo mutó, hoy en día no es raro conocer amigos en “la internet”. Mucho menos después de dos años de pandemia. Y aunque todavía seguimos poniendo barreras entre el mundo real y el virtual, yo creo que la linea será cada vez más difusa.

En la novela “Otherland” de Tad Williams, se habla de un mundo donde la gente se conecta por medio de dispositivos de realidad virtual a un universo paralelo. En ese mundo se juntan con amigos, estudian, realizan actividades del día a día y también cometen alguna que otra ilegalidad.

Estamos hoy en día dando los primeros pasos hacia el mundo de “Otherland”, pero la realidad no siempre se va a presentar como lo hace en la ciencia ficción. Hoy en día estamos viendo grandes empresas entrando en el juego y planteando experiencias híbridas entre lo real y virtual, algunas incluso ofreciendo plataformas.

Pero al final del día, esta experiencia en sí misma no es nueva, es algo que ya viene ocurriendo naturalmente. Cualquiera que haya pasado tiempo jugando un MMORPG con amigos sabe que al margen de las reglas y los objetivos del juego la experiencia cambia radicalmente según con quien la compartimos. Y este punto es clave en cualquier mundo virtual, que la plataforma sea solo catalizador de nuestra imaginación colectiva como usuarios.

Mundos virtuales es una serie de blogs donde voy a explorar las vivencias online que fueron y serán. Si te interesa contarme alguna vivencia podés hacermela llegar por acá o acá <3. Si tenemos suerte algún día Netflix hace una película al respecto.

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