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Luis Eduardo Lunar Guevara
Luis Eduardo Lunar Guevara

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Trabajo remoto y cultura tóxica: lo que nadie dice

Agotamiento, contradicciones culturales, desconexión humana y una crítica profunda a lo que se ha normalizado

¿Productividad o autoexplotación digital?

Antes, ibas al trabajo. Ahora, el trabajo entra al baño contigo.

Literal.

Antes había oficinas, reuniones presenciales, pausas para almorzar (o no), pero sabías que estabas en una reunión, en un lugar de trabajo.

Hoy, con el trabajo remoto, hemos normalizado lo insostenible:

  • Reuniones desde el inodoro (lavatory).

  • Almuerzos frente a tres pantallas.

  • Tres videollamadas al mismo tiempo… y al final, no estás realmente en ninguna.

  • Responder un Slack mientras estás en una llamada por Teams y compartes pantalla en Zoom.

No es una exageración. Es la vida diaria de miles.

Cultura de LinkedIn vs. realidad interna.

Y lo peor no es eso.

Lo peor es que muchas de las organizaciones que promueven esta dinámica son las que se llenan la boca con términos como “automatización”, “agilidad”, “eficiencia operacional” y “upskilling”.
Venden transformación digital, pero no transforman su propia cultura.

Mientras tanto, sus propios equipos no tienen tiempo para aprender, ni para comer, ni para vivir. Y no hablemos de innovar.

Estar siempre conectados no es estar comprometidos.

¿En qué momento se culturizó lo anormal?

Hoy muchas organizaciones que miden el compromiso por conexión, no por impacto.
Celebran “estar siempre disponibles”, cuando eso es sinónimo de estar siempre agotados.

Vale la pena insistir en esto: el problema no es el trabajo remoto. El problema es cómo se ha malinterpretado.

Porque la eficiencia mal gestionada se convierte en desgaste. Y ese desgaste termina afectando lo que más debería importar: el servicio, la calidad y la experiencia del cliente.

Lo que compran los clientes… no siempre es valor.

En este escenario, algunos clientes muchas veces no compran servicios.
Compran seguridad financiera: una gran marca que les da tranquilidad, aunque detrás haya desorden, rotación, burnout y servicios mediocres.

Mientras tanto, empresas más pequeñas, más organizadas, con talento de verdad, metodologías claras, mejores precios, prestan mejores servicios… Pero no tienen el músculo financiero para entrar a competir.

Talento promedio no escala. Talento quemado, tampoco.

¿Y quién paga el precio?

El colaborador.
Que trabaja por inercia.
Que se sostiene solo por el salario y la responsabilidad familiar.
Que va perdiendo salud, motivación… y a veces hasta sentido.

¿Y qué pasa con los equipos?

El techo de muchos prestadores de servicios proviene de tener una operación imposible de escalar.
Porque si el día a día está desordenado, saturado, caótico… No hay espacio para construir talento de verdad.

Y al escalar, no se puede permitir talento promedio.
Se necesita gente que piense, que resuelva problemas reales, con experiencia relevante y energía disponible.
No basta una lista de certificados si detrás no hay tiempo, guía ni contexto para que ese conocimiento se transforme en valor real.

Y cuando logran hacerlo (con esfuerzo, con entrega) muchas veces terminan yéndose.
Porque sin una cultura que acompañe el desarrollo operativo, el talento no florece… se fuga.

A veces me pregunto:
¿Qué pasaría si en los procesos licitatorios o RFP también se solicitará el porcentaje de rotación del personal?
¿O es que eso no es una variable crítica para sostener operaciones tecnológicas de alto impacto?

¿Y si lo hiciéramos diferente?.

No se trata solo de tiempo.
Se trata de foco, salud y claridad.

Y de imaginar:
¿Qué pasaría si todo eso que le ofrecemos a nuestros clientes… lo aplicáramos primero en nuestros equipos?

  • Si usáramos el agilismo no solo como discurso comercial, sino como modelo operativo real.
  • Si automatizáramos el caos interno antes de vender eficiencia externa.
  • Si el aprendizaje fuese parte del flujo de trabajo, no un lujo fuera de horario.
  • Si la cultura no se resumiera en frases de PowerPoint, sino en prácticas vividas.

¿Qué pasaría si de verdad invirtiéramos en capacidades internas, con la misma urgencia con la que lanzamos propuestas a los clientes?

Respuesta: Pasaría lo bueno, escalable y sostenible.

Equipos más enfocados, con mejor energía, con ideas frescas, con soluciones que nacen desde la experiencia… y no desde la fatiga.

Y sí: Ahí sí podríamos honrar esas frases que tanto usamos:

“Nos debemos a nuestros clientes.”
“Lo más importante son las personas.”

Y ahora, ¿qué hacemos?

No tengo todas las respuestas. Pero sí sé que esto hay que conversarlo.

Porque si queremos que nuestros servicios escalen, primero tenemos que huir del caos y del estancamiento.

Lo insostenible no crece. Lo ordenado, sí.

No se trata de atacar el trabajo remoto.
Se trata de no seguir normalizando lo insostenible.

¿Estás gestionando el talento… o solo apagando fuegos?

Top comments (2)

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LUIS VASQUEZ

Hola Luis, acertado post, crudas observaciones y buena pregunta al final...¿Estás gestionando el talento… o solo apagando fuegos?, espero sea leido para empezar a tomar conciencia de lo que ocurre.
Saludos!

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